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Sólo unos mordiscos más.—¡No! Le cogió y lo apretó en su mano. Se encontraba muy tensa y inquieta. Yo nuncala había visto de esta manera antes.—En este momento voy a poneros a los 2 en mi bolso —ha dicho—, pero voy a dejar elbroche abierto.Metió a Bruno primero. Yo aguardé, pulsando el frasquito contra mipecho.—En este momento tú —me cogió y me dio un beso en la nariz—.
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Erademasiado arriesgado. Mi plan era ir pegado al rodapié hasta la puerta de lacocina. —chillaron las brujas—. ¿A quién se le habríaocurrido una cosa de este modo? —Porr lo tanto —continuó La Enorme Hechicera—, coguéis un telescopio delrrevés y lo cocéis hasta el momento en que esté blando.—¿Cuánto tarda?
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¡Córtale la cabeza y la cola yfríelo en aceite ardiente! Podéis imaginar que nada de esto me hizo sentirme muy relajado.Guiller y Mary seguían corriendo por la tarima y vi a La Enorme Brujaapuntar una veloz patada a Guiller. Le dio justo con la punta del pie y loenvió volando por los aires. Luego logró lo mismo con Mary. Tenía unapuntería extraordinaria. Podría haber sido un enorme futbolista. Los dos ratones seestrellaron contra la pared, y a lo largo de unos instantes se quedaronatontados.
Hemos aprendido a admitirlos como una parte de la vida cotidiana.—¡Usted debe estar desquiciada! —chilló el señor Jenkins—. ¡Si no me lo afirma en seguida, voy a llamar a la policía! —Bruno es un ratón —dijo mi abuela, tan sosegada como siempre y en todo momento.—¡Naturalmente que no es un ratón!
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Las encías parecían carne cruda.Siempre es un choque descubrir que te están observando cuando creesque andas solo.Y además, ¿qué hacía esta mujer en nuestro jardín? Aprecié que llevaba un sombrero negro y unos guantes negros que lellegaban hasta el codo.¡Guantes! En los cuentos de hadas, las brujas llevan siempre y en todo momento unos sombrerosnegros ridículos y capas negras y van montadas en el palo de una escoba.Pero éste no es un cuento de hadas. Este trata de BRUJAS DE VERDAD.Lo más esencial que debes estudiar sobre las BRUJAS DE VERDAD es losiguiente. Escucha con bastante precaución. No olvides nunca lo que viene acontinuación.Las BRUJAS DE VERDAD visten ropa habitual y tienen un aspecto muyparecido al de las mujeres normales.
Lo lograba poniéndome migas en el pelo.La primera mañana tras nuestra llegada al hotel, la camareraestaba realizando mi cama cuando uno de mis ratones asomó la cabeza porentre las sábanas. La camarera lanzó un chillido que logró venir corriendo auna docena de personas para ver a quién estaban matando. Informaron aldirector del hotel. Billetes de banco solo son pedazos Loja De CriançAs papel con dibujos y figurasespeciales. Cualquier persona que tenga la máquina y el papel correctos puedehacerlos.
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En ese momento, creo que me desmayé. Todo el que asunto erademasiado para un niño. Pero pienso que no estuve inconsciente mucho más de unossegundos, y cuando volví en mí, se encontraba tumbado en el suelo y, gracias aDios, seguía estando tras el biombo. Había un silencio absoluto a mialrededor.Temblorosamente, me puse de rodillas y miré otra vez por la rendija delbiombo. —¿Qué hacemos con todos esos ratones a los que les hemos cortado elrabo?
Mi abuela regresó apresuradamente a mi cuarto y me sacó al balcón.—¿Andas listo? Te meteré en el calcetín.—No sé si podré lograrlo —dije—. En este momento soy sólo un ratoncito.—Lo conseguirás —dijo ella—. Buena suerte, mi vida.Me metió en el calcetín y empezó a descolgarme por fuera de labarandilla.
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Entonces se me echaron encima y cinco de ellas me agarraron por losbrazos y las piernas y me levantaron del suelo. Yo continué gritando, pero uname tapó la boca con una mano enguantada y me logró enmudecer. —Naturralmente —dijo La Enorme Hechicera—. Se puede ponerr hoy undesperrtadorr a las nueve y mañana sonarrá exactamente a esa horra.
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No puedorecordarlo todo.—¿Qué le pasó al cuarto niño? —pregunté.—El cuarto era un chaval que se llamaba Harald —ha dicho mi abuela—.Una mañana se le puso toda la piel de un tono gris amarillento. Entonces se levolvió dura y rugosa, como una cáscara de nuez. Por la noche, el chaval sehabía transformado en piedra.—¿En piedra? ¿Deseas decir en piedra de verdad? —En grano —ha dicho ella—.
